
La foto que ilustra estas reflexiones, data apenas de cinco minutos antes de que los intereses desaprensivos de turno, pulsaran el detonador de los explosivos que extirparon de cuajo la histórica chimenea de la otrora brillante empresa de
En esta querida ciudad – que me duele todo el cuerpo – actúa desde hace varios años, un escuadrón de “piqueteros”. Lo digo así porque portan una “piqueta de demolición”, a cada lado de la cintura, especie de 38 largo al estilo del cowboy COLT MILLER. Transcurren su vida reptando en oscuros vericuetos de reparticiones estatales, afilando sus abominables herramientas de tortura del patrimonio histórico y afectivo de nuestra aldea, a la espera de la orden “demoledora” del ataque final.
Antes de esos cinco minutos finales, aparecieron los chapulines colorados, amagando con la vaina, careteando cámaras y grabadores, con una vincha que decía: soy inocente. Idas y venidas. Canales de TV, movileros, griteríos. Los que se dolían y a los que no les importaba un joraca.
En medio de tanta discusión cirquera, un romo ¡PUM! traicionero ¡que no se escuchó!, ¡Sin aviso, arteramente!. La chimenea comenzó a ladearse. A medio camino se quebró en codo como negándose a caer. Fue un directo al corazón: K.O. y al suelo. Polvaderal y tristeza. ¡Y fue tarde para todo!. Las lágrimas del desamparo surcaron las mejillas de los que otrora ponían sus relojes en hora y acudían al llamado ronco de sirena de barco, del “pito de la cervecería”. Gente de trabajo. Pero de confianza… (como rezaba la publicidad).
Digo: ¿Porqué
Solamente el humor cordobés me saca y ayuda a seguir, “Comentar que
Les dejo esto: “Si tienen proyectos para un año, siembren trigo. Si los tienen para diez años, planten árboles. Si son para toda la vida, eduquen al hombre”
Por Juanjo Salas Ross, especial para Letras para el café